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Hace 200 años, venia al mundo un niño, Juan Melchor Bosco, en una humilde colina de I Becchi, hijo de unos sencillos campesinos que se ganaban el pan de cada día con el sudor de su frente en las duras faenas del campo. Campesinos pobres, humildes, pero en ricos valores humanos como cristianos, especialmente de su madre Margarita, mujer sabia, prudente, llena de fe. Hoy nosotros nos unimos a esa misma alegría  experimentaron Francisco y Margarita, con la llegada de un nuevo hijo al mundo como regalo y bendición de Dios para su hogar. Al mismo tiempo, con sentido de profunda gratitud, damos gracias a Dios por el regalo maravilloso de su vida, por haberlo dotado de cualidades extraordinarias y por haberle regalado el carisma de fundador por el cual existe la Congregación Salesiana y con ella, todo este gran movimiento salesiano esparcido a lo largo y ancho del globo terráqueo.  Esta apasionante historia salesiana comienza con una intervención de lo alto, con el famoso sueño de los nueve años donde la Divina Providencia le señala, su misión, el campo de acción, todo un proyecto de vida. Don Bosco mismo narra que sueña estando en un patio amplio en medio de una multitud de niños y jóvenes que jugaban alegremente, pero a muchos de ellos se les escapaban groserías de grueso calibre que ofendían los principios morales y religiosos aprendidos en su hogar bajo la tutela de su mamá. Eso lo trastorna reaccionando violentamente lanzándose sobre ellos para hacerlos callar a gritos y puñetazos. En ese momento, dice,  aparece un hombre de edad madura muy venerable con una luminosidad en su rostro que no le deja distinguir quien era. El hombre lo llamó por su nombre y le ordena ponerse al frente de los muchachos para ganárselos como amigos, no con golpes sino con la mansedumbre y enseñándoles la belleza de la virtud  y la fealdad del pecado le dice. Confundido y aturdido responde que él es un niño pobre ignorante, incapaz de enseñarles a esos muchachos. El señor le responde  yo te daré la maestra bajo cuya disciplina puede llegar a ser sabio. Es, pues la razón de su misión, la primera lección de aprendizaje: descubrir al muchacho sufriente, abandonado, difícil, aflora el sentimiento de compasión por los pequeños, los más pobres y desprotegidos. Es el amor materno de María que ama a sus hijos privilegiando al más débil, al que tiene menos posibilidades.

Desde entonces queda en su mente grabada tal escena que aunque trata de borrarla, hacer caso omiso al sueño, en su cabeza le sigue martillando noche y día la escena del sueño. Entiende  que para llevar a cabo dicha tarea, se necesitaba de algún método acorde al gusto de los muchachos. Así que manos a la obra, él mismo nos lo narra: había a menudo, en ferias y mercados, charlatanes y volatineros a quienes yo iba a ver. Observaba atentamente sus más pequeñas proezas y volvía a casa y las repetía hasta aprenderlas. A mis once años hacía juegos de manos, daba el salto mortal, hacía la golondrina, caminaba con las manos, andaba, saltaba y bailaba sobre la cuerda como un profesional.  Los Domingos montaba el show y al intermedio de su presentación se subía a una silla y predicaba o, mejor dicho, repetía lo que recordaba de la explicación del evangelio que había oído por la mañana en la iglesia; o también contaba hechos  y ejemplos oídos o leídos en algún libro, Dios lo había dotado de una memoria extraordinaria. Luego volvía a divertirlos con sus destrezas de prestidigitador y saltimbanqui como: tragarse las monedas para después sacarlas de la punta de la nariz de éste o del otro espectador; multiplicar pelotas y huevos, cambiar el agua en vino, matar y despedazar un pollo para hacerle luego resucitar y cantar.  Así terminaba su presentación pero sin antes darle gracias a Dios e invocando la protección de la Virgen con el rezo del ángelus e invitándolos para el próximo domingo con nuevos shows y continuar con la catequesis. Esta práctica ya siendo sacerdote la pone en práctica convirtiéndola en el método educativo favorito para cautivar los corazones de niños y jóvenes del oratorio.

A descubierto el método para atraerlos, pero ahora como adquirir el conocimiento, si es un muchacho pobre y huérfano a los dos año y que su madre escasamente conseguía para alimentarlos, de donde entonces sacar dinero para sufragar los gastos que demanda el ir a la escuela? La Divina Providencia que lo tenía destinado para grandes cosas le va facilitando los medios a través de personas generosas y de gran corazón. Él mismo con su don de gentes, su sonrisa siempre a flor de labio, su espíritu de emprendedor y de servicio, se gana la confianza de microempresarios que le ofrecen trabajo. Así aprende sastrería, ebanistería, herrería, zapatería, oficios que más adelante implementará en sus talleres de artes y oficios. Al lado del trabajo estudia y a demás saca tiempo para aprender algunas artes como la música y el teatro y perfecciona sus destrezas de mago. Gracias a ello, puede obtener los recursos para poder estudiar.

Ya sacerdote quiere dedicar su vida entera a trabajar por los jóvenes. En aquellos tiempos Turín estaba llena de muchachos pobres que deambulan por las calles en busca de trabajo, huérfanos, abandonados, expuestos a miles de peligros, tantos de ellos caían en la delincuencia común y terminaban en la cárcel y algunos en la pena de muerte. Ante este cuadro doloroso Don Bosco crea su oratorio donde se convierte en hogar, escuela, taller y parroquia. Él se hace el padre de todos y un padre muy querido por todos, que mucha gente asombrada le pregunta el secreto para hacerse querer tanto y Don Bosco responde: “con la bondad y el amor trato de ganar para el Señor a estos mis amigos”, es un amor realmente correspondido, un amor verdadero de padre, por ello, les  dice “queridos míos yo os amo con todo mi corazón y basta que seáis jóvenes para que yo os ame muchísimo y sólo deseo que sean felices aquí en la tierra y en la eternidad”.

Es pues, la persona quien Dios eligió para ser el padre de huérfanos, el amigo de adolescentes y jóvenes, el protector de  jóvenes trabajadores, en fin, el instrumento para la Salvación de la juventud. Es el mismo que hoy millares de personas lo aclaman y festejan su natalicio.

 En uno de los artículos de nuestras Constituciones leemos: “con sentimientos de humilde gratitud, creemos que la sociedad salesiana no es sólo fruto de una idea humana sino de la iniciativa de Dios… El Espíritu Santo suscitó, con la intervención materna de María a San Juan Bosco. Formó en él un corazón de padre y maestro, capaz de una entrega total”.

La “celebración del bicentenario sea una ocasión preciosa para mirar el pasado con agradecimiento, el presente con confianza y para soñar el futuro. Será una ocasión para mirar nuestros proyectos educativos pastorales, para hacer más vivo el carisma y hacer actual a Don Bosco para los jóvenes. Será una oportunidad para vivir con renovada convicción y fuerza la misión encomendada, siempre para el bien de los niños y niñas, adolescentes y jóvenes en especial quienes más nos necesitan, lo más pobres y frágiles, lo dirá nuestro Rector Mayo Don Ángel Fernández. Prosigue diciendo será un tiempo para seguir optando por los jóvenes, nuestra fe y plena confianza en ellos, en ellas,  en cada joven, en su posibilidades y capacidades; en la certeza en la bondad de su corazón, sea cual haya sido su historia, en la oportunidad que tienen de ser dueños y protagonistas de sus vidas, acompañándolos para que desarrollen sus talentos” y todo ello bajo la guía materna de María Auxiliadora.

Nos unimos a las multitudes como familia salesiana, amigos de Don Bosco, jóvenes, estudiantes, exalumnos, padres de familia para celebrar su bicentenario, para unir nuestras voces al coro universal y cantar el cumpleaños feliz, y gritar a todo pulmón Viva Don Bosco nuestro amigo y nuestro Padre. Gracias a todos, a todas por su presencia.

Que Él desde el cielo nos bendiga.

¡FELIZ BICENTENARIO PARA TODOS!

  Instituto Tecnológico Salesiano Eloy Valenzuela 

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